Psicogramas
Dr. Eduardo Pereira Astudillo
lunes, 1 de agosto de 2011
lunes, 30 de mayo de 2011
Ortorexia
Ortorexia: La obsesión de comer bien.
¿Su forma de comer lo aísla de los demás?, ¿Se siente culpable cuando come algo no permitido por sus convicciones dietéticas?, o ¿Se preocupa más por la calidad de los alimentos que por el placer de comerlos?. Aquel que haya respondido afirmativamente, al menos a una de las cuestiones, tiene que preocuparse.
La palabra ortorexia significa “apetito correcto”. Esta enfermedad, es cada vez mas frecuente, especialmente en las sociedades occidentales. Fue descrita por primera vez el 2000 en E.E.U.U, y existe como precedente la obsesión por las dietas, la importancia de la apariencia fisica y el temor a la comida con sustancias artificiales. Es una obsesión por consumir sólo cierto tipo de alimentos: orgánicos, vegetales, sin conservantes, sin grasas, sin carnes, sólo frutas, o sólo alimentos crudos.
Cuando ese comportamiento pasa a convertirse en algo obsesivo que implica riesgos para la salud, se denomina Ortorexia. Los ortoréxicos prefieren pasar hambre, y rechazan los alimentos "impuros", dejan de ir a restaurantes , a casas de familires y amigos por temor a lo que les den de comer, implicando estas conductas aislamiento social.
Si en la bulimia y la anorexia el problema es cuanto comer, en la ortorexia la preocupación esta puesta en el "qué comer": en la calidad del alimento a ingerir.
Consecuencias de la enfermedad.Esta obsesión llega a transformarse en enfermedad fisica. Anemia, falta de energía,hipotensión, hipovitaminosis, osteoporosis, son algunas de las consecuencias de las carencias nutricionales. En fases avanzadas problemas psiquiatricos como trastornos obsesivos-compulsivos relacionados con la alimentación o enfermedades psiquiátricas tales como depresión, ansiedad e hipocondriasis
Importancia de las Comunidades Terapéuticas Profesionales.
Es esperanzador que el Estado comience a pensar en las adicciones como un problema de salud importante .El Gobierno comenzó la campaña "Hablemos claro, las drogas sí son un problema", que contempla trabajo en conjunto con el Ministerio de Salud, para crear centros estatales gratuitos de rehabilitación basados en el respeto e integridad de las personas y sus derechos humanos. La realidad que se vive dista mucho de lo deseado, ya que es inconcebible que en el siglo XXI la Provincia de El Oro no tenga una Comunidad Terapéutica Profesional a cargo del Ministerio de Salud Pública o del IESS, sabiendo que el consumo de sustancias psicoactivas es cada vez mayor y la edad de inicio más temprana, según datos del Consejo Nacional de Control de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas (Consep). Seguramente el que lea esto y tiene un familiar que un momento dado necesitó ayuda profesional (ya sea un adicto, un enfermo psiquiátrico o las dos cosas) tuvo que recurrir a ciudades más grandes como Quito o Guayaquil, con las dificultades logísticas y económicas que esto significa. Ni siquiera esto asegura una buena atención si no se tiene el dinero necesario para solventarla, y a veces ni esto es suficiente.
Muchos centros para drogodependientes se han venido manejando de manera empírica, bajo la dirección de adictos recuperados cuyo conocimiento experiencial es importantísimo pero totalmente insuficiente. La comorbilidad de las adicciones con patologías psiquiátricas como trastorno bipolar, esquizofrenia, trastornos de personalidad, trastorno por déficit de atención, depresión etc, es muy alta, y hace indispensable que el tratamiento del adicto sea transdisciplinario , con equipos profesionales comprendidos por adictólogos, psiquiatras, psicólogos, médicos clínicos, asistentes sociales, operadores terapéuticos con todo lo que ésto implica: una evaluación psiquiátrica con su respectivo tratamiento, farmacológico inclusive, terapias individuales, terapia grupal, de familia y multifamiliar realizadas por un profesional competente y preparado.
Respecto a lo social, como decía un profesor mío: “en esta sociedad del placer , el sujeto busca la sustancia para paliar su displacer”... ésta empuja al sujeto al consumo, ya sea para evadir la realidad, como parte del hedonismo y el disfrute de nuevas sensaciones, como una exigencia para integrarte a un grupo social, poder disfrutar en la discoteca, y sobrellevar el ritmo acelerado que se vive en las ciudades grandes donde dejas de ser una persona y llegas a ser un sujeto sin identidad donde nadie te presta atención ni le importa lo que hagas ni lo que te suceda. En lo familiar hay patrones que se repiten en los drogodependientes, tales como, una familia desestructurada, caótica, donde el padre se encuentra ausente como figura de autoridad, aunque físicamente se encuentre presente; una madre negadora y complaciente; maltrato verbal y físico en el seno familiar, abandono; un especial vínculo con la muerte ya sea de hermanos, amigos, progenitores. Además tienen generalmente un patrón de impulsividad- agresividad desde la infancia, ya sea producto de la carga genética o del ambiente.
De ahí que la función de padres es indispensable en la prevención del consumo de drogas de niños y adolescentes y como adultos debemos estar en estas etapas del desarrollo de nuestros hijos, teniendo contacto en el día a día, conocer los amigos, comprender la personalidad cambiante propia de la edad. El adolescente que anda solo con sus conflictos es un factor de riesgo alto. Debemos establecer un conjunto de normas y de límites que ordenen esta difícil etapa de la vida. La falta de contención familiar predispone a conductas violentas, a la vida en la calle, la búsqueda de sensaciones que implica tener conductas de riesgo, desinhibición, peleas, insultos, buscar continuamente lo prohibido, transgresiones, etc. La conducta antisocial, la impulsividad y la búsqueda de sensaciones están unidos a conductas de consumo. Entonces el ser y estar de los padres, con un buen vínculo y el establecimiento de normas, valores, principios son indispensables para un buen desarrollo y evolución de las etapas de crecimiento del ser humano hacia el futuro adulto joven, que serían los pilares básicos para una prevención precoz del consumo de sustancias.
Mientras tengamos este tipo de conflictos necesitaremos lugares adecuados donde los adictos sean tratados primero como seres humanos y segundo como enfermos, donde se les dé una esperanza, un tratamiento, basado en el conocimiento, la experiencia y la ciencia. Donde se dé contención familiar, se instruya, se acompañe, se ayude, y no se aproveche del sufrimiento y angustia haciendo de estas personas blanco de la voracidad y apetito de dinero. Por eso es necesaria la presencia de instituciones que le den cabida a jóvenes que no encuentran lugar para existir como personas. La esperanza es que estos espacios sean herramientas para rehacer una historia particular, en una técnica especial dentro del proceso psicoterapéutico que tiene como finalidad la recuperación del enfermo mental en una estructura donde se desarrollen las normas adaptativas necesarias para facilitar la reinserción social del paciente.
sábado, 14 de mayo de 2011
Delirio celotípico
Delirio celotípico
Autor: Dr. Eduardo Pereira Astudillo.
Especialista en Psiquiatría
Correo-e: epereiraa@intramed.net ; eduardopereira2201@gmail.com
Telf: 2931518 / 2936596 ext. 109 cel: 083431601 Machala-Ecuador
Los celos son cosa cotidiana, y extraño sería que alguien no los hubiera sentido en algún momento, pero cuando sobrepasan ciertos límites se consideran patológicos.
El delirio celotípico es un grado extremo dentro de este grupo, donde se pierde el juicio de realidad y hay la idea delirante de que la pareja es infiel.
Para tener más clara la cosa, una idea delirante es para la Psiquiatría: “Una falsa creencia basada en una inferencia incorrecta que es firmemente sostenida, a pesar de lo que casi todo el mundo cree y a pesar de evidencia de lo contrario”.
Podemos decir entonces que en el delirio celotípico existe la firme e irreductible convicción de ser traicionado por la pareja basándose en pruebas inconsistentes y en conclusiones erróneas. Se lo conoce también como síndrome de Otelo por la obra de Shakespeare, en donde el protagonista termina asesinando a su esposa Desdémona a quien acusa de infidelidad.
Todo comienza con sospechas que se acompañan de la búsqueda incesante en la pareja de señales para lo cual se revisan las prendas de vestir, billeteras, celulares, sábanas etc. Se controlan los horarios, el kilometraje del auto e incluso algunos llegan a contratar a un investigador. Hechos cotidianos como una llamada equivocada, el estrenar un vestido o un nuevo perfume son interpretados como pruebas contundentes.
Por lo general las personas susceptibles de padecerlo son del sexo masculino y de mediana edad. Cuando aceptan un tratamiento farmacológico –cosa poco probable- no siempre es efectivo.
No es usual que consulten y cuando lo hacen, es debido a otras motivaciones como en el caso de un paciente que acude por síntomas depresivos que inician después de la separación de su esposa que supuestamente le fue infiel con su sobrino y el encargado del edificio. Se encontraba convencido de la “prueba” que reposaba en la cinta de la grabadora que escondió bajo la cama el día que sucedió el supuesto engaño, a pesar de que en ésta no se escuchaba nada comprometedor.
viernes, 13 de mayo de 2011
Ataque de pánico!
Autor: Dr. Eduardo Pereira Astudillo.
Especialista en Psiquiatría
Correo-e: epereiraa@intramed.net ; eduardopereira2201@gmail.com
Los que alguna vez trabajamos en emergencias y clínica médica hemos visto pacientes con síntomas respiratorios y cardiológicos agudos que acuden repetidamente a las guardias médicas pero que al ser examinados y a pesar de exámenes sanguíneos, electrocardiogramas, radiografías, etc., no tienen nada que haga pensar que algo anda mal físicamente. Sensación de incertidumbre y angustia en el paciente, de fastidio y cansancio en quien lo atiende.
Así continúan por un tiempo circulando por los consultorios y diferentes especialidades hasta que alguien al fin les dice que vaya al psicólogo o al psiquiatra. Es muy difícil para alguien que experimenta síntomas reales aceptar que todo se encuentra en su “mente”, pero un momento dado al ver agotados todos los recursos médicos deciden acudir con cierta desconfianza.
El panic attack (ataque de pánico) que se repite más de una vez se denomina en psiquiatría Trastorno por angustia. La idea no es darles los ítems completos para hacer un diagnóstico preciso sino más bien aproximarlos a lo que cotidianamente se ve en una consulta. Seguramente más de uno se sentirá identificado con la gama de síntomas del siguiente caso:
Acude paciente de 50 años por indicación del cardiólogo. Refiere que sus síntomas comienzan un año después de sufrir una crisis hipertensiva que requirió internación en cuidados intensivos. Desde entonces presenta episodios esporádicos caracterizados por angustia creciente, sudoración, frío, taquicardia, sensación de ahogo, y miedo a morir. Dura pocos minutos, tiempo en el que llega el médico a su domicilio y verifica que sus signos vitales son estables, coincidiendo con el fin de las manifestaciones. Refiere además que en algunas ocasiones en que experimentó estos síntomas, anteriormente había ingerido comidas grasas o algún alimento de los que su cardiólogo le recomendó moderación, después de lo cual comienza a pensar insistentemente en que hizo una trasgresión que puede provocar un infarto o crisis hipertensiva.
Vemos con frecuencia, los ataques de pánico se presentan en el contexto de la pérdida de un ser querido, una ruptura amorosa o como en el caso expuesto, una enfermedad. También se puede presentar en los consumidores de ciertas drogas.
El patrón que se repite es creer que se padece un quebranto grave y agudo de su salud con riesgo inminente de muerte, por es importante primero descartar cualquier patología física para luego comenzar a trabajar en la aceptación del diagnóstico de trastorno por angustia e iniciar un tratamiento psicoterapéutico y probablemente psicofarmacológico.
Obsesivo compulsivo.
Autor: Dr. Eduardo Pereira Astudillo.
Especialista en Psiquiatría
Si alguien ejemplifica bien la presentación de este trastorno, ese es Monk, peculiar personaje de esta serie detectivesca ganadora de muchos premios.
Resulta gracioso ver a alguien con tantas “manías” y cosas raras en la televisión, desde su temor exagerado a los gérmenes, hasta su típica forma de caminar esquivando las rayas de las baldosas, pero en la vida real dentro de una escala de gravedad , el trastorno obsesivo compulsivo puede llegar a ser muy desgastante y nada divertido para quien lo padece y su entorno cercano.
Como el nombre lo sugiere, tenemos dos características básicas: las obsesiones y las compulsiones. La obsesión es una idea intrusiva, repetitiva, ajena al control de la persona, y la compulsión es un acto mental o motor usado para calmar la idea obsesiva.
Es común la incertidumbre y permanente duda. El pensamiento obsesivo puede consistir en intenso malestar ante objetos desordenados, incomodidad ante la falta de simetría, miedo a la contaminación con gérmenes, imágenes intrusivas, temor de cometer un acto inadecuado en público o a ser agresivo etc. Clásicos ejemplos de compulsiones son el lavado repetitivo de manos, verificación de actos que se vuelve incontrolable como comprobar si se cerró la puerta, la válvula de gas, revisar el dinero o llaves en el bolsillo etc. Otros actos compulsivos son rezar, contar, repetir palabras, siempre con el fin de aliviar una obsesión.
Las obsesiones y las compulsiones ocupan una hora o más durante el día y esto limita las actividades cotidianas haciendo que la vida transcurra de una forma extremadamente lenta, y que puede ser causa de aislamiento social, fracaso laboral, incapacitando de manera importante al individuo.
Tuve un paciente cuya ideación obsesiva discurría en torno a la limpieza-orden y especialmente a imágenes sexuales intrusivas y persistentes que causaban disconfort, culpa y estaban ajenas al control del sujeto. A causa de esto se autoflajelaba compulsivamente aceptando que su conducta era desproporcionada para sus convicciones morales y religiosas. Abandonó sus estudios, se distanció de su familia y amigos y experimentaba una gran sensación de impotencia al verse dominado por ideas y actos que no podía controlar.
El tratamiento farmacológico es fundamental, que consiste en el uso de antidepresivos. La psicoterapia también es de muchísima importancia.
viernes, 22 de abril de 2011
el pensamiento del ludópata
Autor: Dr. Eduardo Pereira A.
Psiquiatra y especialista en adicciones
Correo-e: eduardopereira2201@gmail.com
El atractivo económico en la fase preliminar del trastorno, la excitación que provoca, conduciría al ludópata a reiterar en el juego pese a los problemas que conlleva. Llega un momento en que toda situación que recuerde al mismo, desde los propios pensamientos, pasar por los centros de juego o escuchar el sonido del tragamonedas, estimula la conducta adictiva, el deseo de jugar, produciéndose un intenso disconfort si no se lleva a cabo.
La fantasía de control del juego se vuelve pensamiento mágico, donde se vive la ilusión de poder de alguna forma manejar el desenlace del mismo. Se comienza a creer en “cábalas”, que son supersticiones con las cuales se intenta mejorar la suerte y que la mayoría de personas han usado en algún momento (cruzar los dedos, levantarse con el pié derecho, tocar madera, etc.) pero que en el jugador compulsivo se vuelve un componente importante de la adicción.
El jugador compulsivo cuando gana, fortalece la idea de que es posible continuar haciéndolo, pero cuando pierde, concluye que a veces se gana y a veces no, y que la “mala racha” va a desaparecer. Se manejan por intuiciones, falacias, objetos de la suerte, cálculo de frecuencias que no tienen ningún fundamento matemático. Llega el momento en que la persona se encuentra enceguecida, perdiendo el pensamiento racional en cuanto a la evaluación de los resultados del juego, sobrevalorando las ganancias e infravalorando las pérdidas, justificándolas e incluso olvidándolas. Muchos se quedan enganchados en las ganancias iniciales que fueron las causantes del desarrollo de la adicción.
Las preferencias son diversas, ya sea el bingo, los tragamonedas, apuestas, lotería, etc. que llegan a convertirse en parte rutinaria de sus vidas, y que comienzan a condicionar la conducta y a incidir en otros aspectos de sus vidas y de cierta forma a tener un control sobre el sujeto. Igual a como sucede en otras adicciones la implicación de tiempo cada vez es mayor, ya sean horas invertidas en el juego mismo o en conseguir dinero para costearlo, con gran afectación en lo familiar, económico y socio laboral, ya sea por las pérdidas , deudas, descuido o abandono del trabajo que llevan a la persona a una situación insostenible que necesita intervención .
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